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Máximo Décimo Meridio. Gladiator

miércoles, 29 de junio de 2011

Busco familia: me la vendieron en el Corte Inglés

A veces, muerdes con ahínco una hamburguesa en un local de fast food, y es un incisivo de rata el que te muerde a ti; a veces, dentro de una lata de tomate comprada en el híper de la esquina hallas un batracio que no resistió demasiado sin oxígeno; a veces, compras una nuevecita, intacta, virgen, a estrenar, reluciente tarjeta de memoria para tu cámara de fotos, y aparece en el display toda suerte de ajenas fotos familiares celebrando la Navidad. Pasa a veces. Y me pasó a mí.
Hace un tiempo compré en el Centro Comercial Hipercor de Pozuelo de Alarcón (Madrid), sito en la Carretera de la Coruña km 12,700, una tarjeta de la marca Sandisk de un gigabyte de capacidad. El dispositivo de almacenamiento venía, como se dice en la jerga, perfectamente emblistado, de tal manera que tuve que recurrir a unas fuertes tijeras, dada mi poca maña y mis escasas uñas, para abrir la carcasa. Mi sorpresa fue mayúscula cuando, tras insertarla en la cámara y accionar el botón de visionado aparecieron 125 fotografías de una saga –la cual no tengo el gusto de conocer, y a la que no me une ningún parentesco, afinidad, amistad o relación profesional– disfrutando la Navidad y la Nochevieja de 2005. ¡Feliz año, familia, perdón por el retraso!
Entre el estupor, la risa, la curiosidad y la estafa, y transcurridos unos días, me dirigí al Hipercor de Pozuelo de Alarcón para relatar esta extraña aunque verídica peripecia, en busca de una explicación convincente. Con un punto de desconfianza, los empleados de fotografía se miraron unos a otros, en plan "menuda milonga, otro cascarrabias que viene a liarla o este quiere llevarse una tele de plasma en plan compesación". Yo sólo pretendía que viendo el número de referencia se retrocediera en el tiempo y así descubrir qué pudo ocurrir con esa tarjeta (vale, también me movía la indemnización millonaria en plan demanda absurda como en Estados Unidos o sea, la tele de plasma). La semana siguiente el mencionado responsable de fotografía me telefoneó para decirme que el proveedor no le daba explicaciones razonables sobre el "recorrido" de la tarjeta, que resulta imposible rastrearla. En ese momento me pregunté cómo debería proceder si dichas instantáneas –hogareñas y sin ningún tipo de morbo o truculencia– mostraran a menores o reflejaran una misa satánica con sacrificios de ánades o las vacaciones de los Pérez en Santa Pola. ¿Acudir con ellas al juzgado de guardia? ¿Qué pasa cuando se re-venden dispositivos electrónicos con datos previos, sensibles, íntimos, sean confidenciales o no?
Posteriormente, indicando el número de serie de la tarjeta telefoneé a la empresa Imaginart, proveedora de tarjetas Sandisk y tampoco me supo decir qué pudo ocurrir, que sus fabricantes están en la República Checa y en China y que si se devuelven tarjetas por defectuosas jamás vuelven a ser comercializadas.

Fallo en la cadena de producción

Mentira obesa de 15 millones de píxeles. Algo falló en la cadena de producción y se volvió a "emblistar" la tarjeta y a darle salida como nueva. Dicho esto, como aún tengo las fotos en mi poder e Internet es todopoderoso y muy curioso, me encantaría conocer a la saga que aparece feliz en las imágenes para contarles lo ocurrido y saber qué tal les va.
Uno se encariña, fantasea, imagina qué senda seguirán sus vidas. Bodas, viajes, bautizos, la reforma de la casa, el colesterol alto, .... No les hará ni pizca de gracia saber que al devolvar la tarjeta (metida presumiblemente en una cámara que también fue devuelta) el proveedor de tarjetas no borró sus fotos, como es su deber, y que El Corte Inglés, sin malicia alguna, vendió como nuevas tarjetas usadas en las que aparecen sus caras, sus brindis, su perro husky y sus buenos propósitos... para 2006.


Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/29/madrid/1309329319.html

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