En un ambiente realmente excepcional, con el Camp Nou rugiendo en dirección a Sevilla y Madrid, con casi 100.000 corazones acelerados por la pasión y los nervios que deparaban un encuentro marcado por la más extrema igualdad, con dos equipos repletos de optimismo, ambos con espaldarazos recientes, uno en Hamburgo ganando la UEFA, otro en Almería, haciendo buena la fe en la épica... Posiblemente estábamos ante la final de Copa más disputada y deseada de los últimos años por la rivalidad deportiva, sólo deportiva, que hay entre ambos conjuntos... Con todos esos condimentos, con esa postal de partido enorme, comenzó un duelo que en todos los sentidos fue apasionante.
El Sevilla pegó primero. Menos atenazado en el campo en el inicio, los hispalenses tomaron el protagonismo sin complejos, sobre todo con Navas, al que se le veía resuelto, en su línea. El palaciego dio el primer aviso en el minuto cinco, enviando un balón repleto de cicuta que Kanouté remató forzado en el corazón del área. Prácticamente en la siguiente jugada, una nueva internada de Navas deparó un disparo del canterano que rechazó un defensor atlético... el rechace fue a la frontal y allí apareció la zurda de Capel superponiéndose a las garras de Tiago. Golazo.
No podía empezar empezar mejor la contienda, porque incluso con la ventaja el Sevilla no se desconcertaba. Sí es cierto que el Atlético hizo sufrir en los instantes posteriores a su gol y en el minuto 10 hasta por dos veces Squillaci salvó los muebles en un tiroteo colchonero... Pero fueron momentos puntuales, porque los de Álvarez, con una eficiente presión que empezaba en Kanouté y era liderada por el gallardo Zokora, desconcertaban la poca creación del doble pivote madrileño, quizás falto de imaginación. Lo mejor de todo es que los nervionenses daban la espalda a los nervios, apenas existían los pelotazos, sacaban la pelota casi siempre jugada, con muy buenos apoyos en defensa, tanto de los extremos como de Renato... El cuadro que se estaba pintando en el Camp Nou reflejaba, sin duda, una luz esperanzadora.
Con el intermedio llegó un merecido respiro a un choque repleto de intensidad, que echaba en falta una mayor presencia de Negredo y sonrojaba a Perea, cada minuto más inseguro. Lo que no se podía esperar es que en la segunda parte el Sevilla fuera el que, como al principio del choque, llevara la iniciativa. La sensación de comodidad que transmitían los hispalenses era descomunal, ante un Atlético incapaz de superar la excepcional presión andaluza. Con el cuarto de hora cumplido Kanouté sacó su chistera y le regaló un taconazo sensacional a Negredo, que el madrileño, totalmente solo ante De Gea, fue incapaz de materializar.
Ahí estuvo la sentencia, pero tampoco hubo que lamentar nada, porque el Sevilla sabía lo que se hacía. Cuando cogía el cuero no le quemaba y cuando tocaba defender cerraba todos los espacios. Quique buscó reaccionar sacando a Raúl García y a Jurado, pero nada de nada. Incluso Luna, que jugaba con una tarjeta amarilla desde el primer periodo, se mostraba soberbio, controlando todos los intentos de Reyes. Y cuando se sobrepasaban las barreras, ahí estaba Palop.
El tiempo se fue consumiendo, la Copa se palpaba y en el descuento Navas corrió más que nadie, cazó un balón dividido, puso la sexta, sorteó a De Gea y marcó el segundo... Golazo, auténtico golazo y réplica sensacional a un encuentro que el Sevilla dominó desde el principio. Los minutos finales fueron un trámite. La Copa estaba en Sevilla con toda justicia. La fiesta no estaba hecha para Neptuno, porque sus moradores se vieron muy superados por el oficio hispalense. El Sevilla mostró chapa de grande y lució una imagen contundente y sobria, propia de los grandes campeones.
Este título de Copa no hace más que certificar una temporada histórica, que deja conclusiones. Por ejemplo, que los partidos antes de ganarlos hay que jugarlos, por más que se quiera vender aire de victoria. Por ejemplo, que el proyecto que inició José María del Nido en mayo de 2002, hace casi ocho años, no depende de nombres, que lo único imprescindible en este Club es su escudo, su bandera y su afición. Por ejemplo, que la cantera del Sevilla es el mayor activo de Nervión: jugó Luna y dio un partidazo; marcaron Capel y Navas, dos de la casa, criados en la Carretera de Utrera. Por cosas como esa, por ser grande fuera y, sobre todo dentro del campo, Palop levantó la Copa con el número y nombre de Antonio Puerta, en su memoria, con la mirada crédula, porque su optimismo siempre le hace creer, de José María del Nido, sombrero incluido.
Fuente: http://sevillafc.es/_www/temporada.php?op=cro&id=4771&leng=esp